UN SIGLO Y TRES CUARTOS DE PIQUERA

*Un siglo y tres cuartos de Piquera*
Después de emplear un buen número de horas en la elaboración de un entrañable puzle de piquereños, y con la inestimable colaboración de muchos de vosotros, estoy ahora en disposición de presentar algunos datos numéricos que ponen en relación el esfuerzo desarrollado con la entrañable nostalgia piquereña que deseo contagiar a todos nuestros paisanos.
Son varios los grupos de individuos a los que he tenido acceso, fundamentalmente divididos conforme a los registros de las normas eclesiásticas, pues es ahí donde he encontrado mi más abundante fuente de información, aunque no es la única. Desde ese punto de vista clerical se distinguen tres bloques fundamentales de datos, los *Bautizados*, los *Matrimonios* y los *Fallecidos*. Mención aparte merecen los *Confirmados*, otro sacramento cristiano que también quedaba registrado en los libros y cuyo análisis me ha servido para ratificar o corregir información del resto de los capítulos.
Pues bien, respecto de los *Bautizados* dispongo ya de información que comienza a mediados del siglo XIX. Hay que decir que *desde 1851* a hoy en día se han registrado en Piquera un total de *1.626* bautizos, la mayoría de ellos hace ya muchos años. Recientemente los más nostálgicos piquereños han decidido volver a bautizar a su prole en Piquera -independientemente de que sus hijos hubieran nacido en cualquier otra localidad- pero lo cierto es que a nivel estadístico podemos obviar ese pequeño número de románticos piquereños. Es verdad que ese apego piquereño de sus padres sólo puede merecer alabanzas por parte del resto de sus paisanos. Con todo, hay que concluir que son varios los decenios en los que los llantos de los recién nacidos han abandonado el pueblo.
Durante esos *173 años* que nos separan de 1851 la situación vital en Piquera ha estado afectada por todas las vicisitudes históricas que el propio mundo, y España misma, han soportado, y sin duda nuestro pueblo no ha sido ajeno al efecto de muchas de esas circunstancias. Ahí están por ejemplo la propia Guerra Civil, la gripe de 1918, una epidemia de tuberculosis, las Guerras Mundiales, además de los efectos de las sequías y demás inclemencias climatológicas de tan clara influencia para las tareas propias del campo que siempre han definido el desarrollo económico de Piquera.
Nos tenemos que remontar a la década de *1960* para descubrir la existencia de un verdadero índice de natalidad local que ya entonces daba claras muestras de agotamiento. En esa década apenas nacían *tres* niños al año en Piquera. Nada que ver con el florecimiento poblacional que se experimentó fundamentalmente en los primeros años del siglo XX. Así, *entre 1900 y 1920* nacían en Piquera casi *veinte* niños al año. A partir de esa época, y por razones históricas y económicas que no sólo afectaron a Piquera, la ratio de nacimientos fue paulatinamente disminuyendo hasta casi desaparecer. En todo caso existió un gran periodo de tiempo, *toda la segunda mitad del siglo XIX* en la que la media rallaba los *quince* nacimientos anuales. A falta todavía de más estudios propios relativos a periodos anteriores, esa segunda mitad del siglo XIX fue sin duda la más próspera para el pueblo de Piquera.
A la vista de esos datos me atrevo a presumir que parecen existir al menos dos razones que han venido justificando que en Piquera, pero probablemente en general toda la España rural, se estuviera produciendo en el pasado ese importante número de nacimientos en cada unidad familiar, más allá del indiscutible sentimiento paternal de cada una de las parejas. Hay que pensar que esas familias, al tiempo que unidades económicas, veían necesario incrementar el número de sus miembros para poder disponer de más brazos con los que arañar a la tierra un fruto que en estas latitudes sorianas nunca fue muy abundante. Además, las escasas medidas sanitarias de la época vinieron provocando un importantísimo número de fallecimientos infantiles. La incesante necesidad de contar con esa fuerza humana para trabajar el campo hacía irremediable continuar generando nuevas gestaciones que compensaran los fallecimientos de los párvulos. Por tanto, y más allá de que los registros de natalidad apunten hacia el optimismo porque presuman una expansión manifiesta, lo cierto es que la realidad demográfica de las familias no era tan alta y debería contemplarse matizada por esa alta mortalidad infantil.
En cuanto a los *Matrimonios*, y considerando un periodo de tiempo similar, *desde 1875*, su evolución estadística no difiere mucho de las cifras de los bautizados, como por otra parte parece bastante lógico para la época. Fue a *finales del siglo XIX y principios del XX* cuando mayor número de matrimonios anuales se produjo en Piquera, llegándose a superar las *cuatro* bodas al año en la década de *1900*. Actualmente los enlaces matrimoniales se han convertido en puramente testimoniales y reservados en exclusiva a los más caprichosos y románticos piquereños, a los que también todos deberíamos agradecer el gesto por mantener viva en Piquera la alegría propia de esas celebraciones.
Fue también en la década de *1960* cuando las bodas quedaron prácticamente erradicadas de la localidad. Los jóvenes casaderos habían empezado a abandonar el pueblo atraídos por hipotéticas mejores condiciones de vida en otras latitudes. Con todo, y desde ese *último cuarto del siglo XIX hasta la actualidad* se han celebrado en Piquera un total de *299 enlaces*.
El tercer aspecto vital recogido en los registros parroquiales, y el más luctuoso de todos, nos habla de los piquereños *fallecidos* en la localidad o, más concretamente, de los *enterrados en su cementerio*. En este punto, mis datos de momento sólo contienen información del último siglo. *Desde 1929* se han producido en Piquera *338 sepelios*. Desgranando este dato a lo largo del tiempo, encontramos como en las épocas de mayor número de nacimientos, asociados al mayor florecimiento económico y mayor crecimiento demográfico de la localidad, es también cuando mayor número de fallecimientos se produce. En la *década de 1930* fallecían en Piquera una media de *siete* piquereños al año. En contraposición no es menos cierto que en aquella época estaban naciendo anualmente una media superior a *doce* piquereños. Entonces Piquera crecía. En las siguientes décadas, y como consecuencia del fenómeno migratorio nacional, la población disminuyó muy claramente y con ella también el número de sepelios que, con toda probabilidad, siguieron celebrándose en otras ciudades, sobre todo españolas, pero también extranjeras, en las que fueron echando nuevas raíces los emigrantes piquereños.
Aun así, los piquereños, allá donde están, no han perdido el arraigo a su patria chica y en muchos casos continúan dejando claro a sus descendientes su deseo de dar con sus huesos en Piquera, aunque muchas veces, cuando acaban sus días, ya sólo les une a su pueblo su anciano corazón soriano. No habiendo, como casi no hay, nacimientos en el pueblo, lo cierto es que entierros se siguen celebrando en una media anual próxima a *tres*.
Finalmente, y levantando un poco la mirada, cuesta no sentir cierto escalofrío al comparar la *veintena* actual de habitantes del pueblo con los cerca de *500* que Piquera tuvo en el pasado. Todas esas personas que han ido viviendo y disfrutando de los vientos sorianos han ido dejando huella documental en varios registros que actualmente continúo escudriñando y que son el soporte de toda esta información.
El periodo en el que, de momento, más familias aparecen coincidiendo en mis datos se sitúa en la generación nacida en torno a *1840*, es decir, *SEIS generaciones más atrás* de la que está naciendo en esta década de 2020. Por tanto, ellos fueron hexabuelos de esos actuales recién nacidos. La secuencia de parentescos es como sigue: padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, trastatarabuelos, pentabuelos, hexabuelos…
En esa treintena de años, *1840-1870*, que estadísticamente vienen definiendo *una generación*, dispongo de información relativa a más de *640* familias piquereñas, muchas absolutamente enraizadas en el pueblo y otras bastante más nómadas. En mi estudio esa cifra de familias va siendo algo menor a medida que nos alejamos en el tiempo hacia el pasado. Conforme siga avanzando en la investigación confío en que esos datos irán creciendo paulatinamente. De momento tengo *500* familias entre las que convivieron en la treintena de 1810 y *330* familias en la de 1780.
Del mismo modo que lo hacen hacia el pasado, igualmente disminuyen las familias de las que dispongo de información a medida que nos acercamos a la actualidad. Aquí encontramos justificación en el hecho de los piquereños ya no están dejando huella en los registros de Piquera, sino que lo hacen en sus respectivos lugares de residencia. Con todo, tengo datos de *580* familias convivientes en la treintena que empieza en 1870; *460* en la de 1900; y *270* en la de 1930. Desde aquí existe una clara disminución fruto de esa resignada emigración que, entre otras cosas, provocó que los registros piquereños quedaran huérfanos de las circunstancia vitales registradas en el pasado y que ahora ya sólo lo son en las urbes más o menos distantes de La Roza o del Cerro del Castro que les fueron dando cobijo a nuestros queridos piquereños.
En mi anhelo de ir dedicando un espacio en esta historia a todos y cada uno de los piquereños que lo han sido lo son y lo serán, voy colocando piezas en el puzle conforme tengo acceso a los datos allá donde los encuentro. Esos datos, que obtengo hacia el pasado consultando en diferentes fuentes documentales, se van viendo completados hacía el más reciente presente con los aportados por la participación de todos los piquereños y piquereñas que están queriendo colaborar personalmente con la investigación y que me facilitan una información que por esas citadas razones no ha dejado constancia documental que ahora pueda ser consultada y que, por tanto, sólo se pueden obtener a través de la colaboración directa de los paisanos interesados. O sea, el boca a boca de toda la vida aún en su versión más tecnológica.
Por ello, y para seguir avanzando en nuestro común empeño, os animo a todos a tomar conciencia histórica de la naturaleza de todos los que antes que nosotros estuvieron por aquí, entre Santuy y Peña Palomar, y a hacerles a todos ellos el homenaje de componer un magnífico mapa en el que cada uno de ellos tenga su parcela de terreno en esa cápsula del tiempo piquereño en la que ellos y nosotros podamos seguir cultivando su recuerdo con *azadón* o con *corazón*.
Madrid, 12 de mayo de 2024.
Antonio Gil Rupérez
655 264 445
angirupiquera@gmail.com

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